Actualizaciones y algunas palabras

Del quince de agosto de 2011

Saludos mis queridos lectores que no me leen. Sé que escribir una actualización para un blog que no es leído resulta completamente irracional pero aún tengo la esperanza de que alguien por casualidad encuentre este espacio y de una manera desesperada me exija que le siga contando las aventuras de mis personajes.

Me gustaría, tras un año de ausencia, traer conmigo alguna historia para llenar el vacío de mi imaginación pero no es así. No sé que me pasa. Sigo viendo acontecimientos interesantes para serles narrados pero cada vez que intento plasmarlo por escrito estos se escabullen por entre artículos científicos y capítulos de libros. Por las noches sigo soñando y divirtiéndome solo con mis personajes y sus historias, pero me gustaría compartirlos con todos ustedes sin embargo no puedo.

En estos momentos me encuentro en el laboratorio esperando a que el programa termine de y así sacar a mi última rata del día. Debería estar haciendo gráficas para los congresos de Acapulco y Cancún pero preferí procrastinar escribiendo estas líneas. Además debería estas escribiendo la introducción de mi tesis, se de que va pero no lo hago. Hoy fue el regreso de vacaciones sin embargo yo vine a la escuela todo este tiempo.

Debo sacarme esto de una vez. Prometo ponerme un día a escribir. Olvidaré cual es mi realidad actual y sus implicaciones para mi futuro y traeré de vuelta a mi lobo, a mis viajeros y quizá pueda traer a la luz a mi nuevo hijo cuyo nombre aún no me atrevo a pronunciar.

En fin, pero que se algún día llegan a este blog lean algunos de mis cuentos y me digan que les parecieron. No importa si dicen que son malos o buenos únicamente déjenme saber que ustedes estuvieron aquí.

Cualquier cosa saben que mi correo electrónico es gabons69@hotmail.com

Nos leeremos pronto.

sábado, mayo 24, 2008

Lecciones sobre la muerte

Forma número dos

Faustia – 27 de Quintilis. Desde el inicio de la guerra gran cantidad de vidas humanas se han perdido dentro y fuera de los campos de batalla. Soldados anónimos que han sacrificado sus vidas por la defensa del nombre de su patria, mientras en las ciudades los conflictos son terminados por medio de crímenes y asesinatos.
Siendo pues que el día veintiséis de Quintilis a las puertas del Palacio Magistral de la ciudad de Faustía, el señor Jibrail Wittgenstein fue muerto a causa de las lesiones provocadas durante el atentado por arma de fuego del que fue objeto. Además de resultar heridas otras ocho personas entre ellas su amigo y confidente Sebastián Nix, asimismo su secretario y vocero Diogenato de Vartek. Todos ellos fueron trasladados al Nosocomio Municipal en donde se reportó, una hora después, el fallecimiento de Wittgenstein.
Según testigos los hechos ocurrieron de la siguiente manera, poco después de las tres de la tarde, mientras el señor Jibrail Wittgenstein salía del Palacio Magistral luego de presentar ante los Maestres, lideres políticos de las distintas zonas de gobierno en que se divide la república, la Declaratoria de rendición frente a la amenaza de Rottemberge cuyo ejercito ha traspasado las fronteras y ha tomado las ciudades y diputaciones fronterizas en el oriente del país. En el momento de cruzar las antiquísimas puertas de cristal, cuyas inscripciones en lengua arcaica versan sobre la virtud política y cuando un grupo de reporteros y noticieros que se acercaban a él para conocer sus declaraciones, un par de sujetos disfrazados con uniforme idéntico al usado por nuestros colegas hicieron fuego contra Wittgenstein y sus acompañantes.
Luego del atentado y durante la confusión que reinó los sujetos, hasta ahora desconocidos, huyeron del lugar en vehículo automotor. Según últimos reportes el vehículo utilizado por los asesinos en su escape fue encontrado incendiado a las afueras de Faustia. Declaraciones del jefe de la guardia policiaca de esta ciudad informa que fueron recuperados en el lugar diez casquillos de arma de fuego, único indicio hasta ahora de los responsables de este lamentable hecho; aunque no se descarta que tales individuos hubieran sido contratados puesto que el móvil tiene la apariencia del profesionalismo de los “asesinos de gardenias” epíteto de los homicidas por contrato.
Por su parte el médico de guardia en el Nosocomio Municipal reportó la muerte de Wittgenstein a las cuatro con tres minutos a causa de las heridas provocadas durante la ejecución. Una bala perforó el pecho destrozando el esternón, el pulmón izquierdo y afectando el corazón, mientras que otra le hirió en el cuello. Todo apunta que las armas tienen su procedencia en Rottemberge puesto que el Ejercito Negro de tal nación ha desarrollado este tipo de armas capaces de tales acciones.
Entre paréntesis apuntaremos lo siguiente, luego que Félinx Äcton, al mando del Ejército Negro de Rottemberge, tomara durante su incursión bélica al Estado Federativo de Maxtla hace dos años, la incertidumbre en el mundo no ha permitido el sueño tranquilo ya por las posibles ocupaciones belicosas y los efectos en los mercados internacionales. Recordemos que la premisa utilizada por Äcton para dar inicio a su movilización contra Maxtla fue la debilidad financiera en que esta nación se encontraba. A partir de esta invasión la Guerra Internacional tiene su desencadenante, alcanzando la conquista de Rottemberge hasta la fecha la mitad del continente austral y el dominio absoluto de las tierras de occidente.
Volviendo al día de hoy es necesario señalar el contexto en que este lamentable acontecimiento fue llevado acabo. El señor Wittgenstein, una de las mentes más sobresalientes dentro de la cultura y las artes de Faustia fue declarado por el Ministerio Magistral como embajador para la paz y libertad de Quertenk. La razón para este nombramiento se debió a las obras en benefició de la cultura que durante años había realizado dentro y fuera de nuestras fronteras. La embajada consistiría en la manifestación de las glorias nacionales expuestas no desde el trasfondo de las armas sino por medio de las letras y las artes ya que, según el propio Wittgenstein, estas son los medios de comunicación por excelencia.
Jibrail comenzó sus gestiones hace un año cuando la Nueva Confederación de Naciones, organismo estatal creado a partir de las anexiones voluntarias de las potencias vecinas a Rottemberge, determinó la procedencia para el avance de sus tropas, el Ejercito Negro, sobre el territorio norte del continente. Tales maniobras afectarían directamente la soberanía de nuestra nación. Organizando varios convites y reuniones tanto en Bliev como Faustia intentaba Wittgenstein mantener al margen de la barbarie a nuestro país. Algunos de sus logros dentro de las reuniones entre ambos bandos fue la designación de una zona de protección ambiental en los desiertos del sur, además de la protección de las ciudades arqueológicas y las consideradas como patrimonio mundial. El resguardo de las culturas aún autóctonas que sobreviven en las montañas y los convenios comerciales sobre los bienes de consumo básico fueron las llaves que abrieran la posibilidad de una paz fuera de la Confederación o el vasallaje.
Sin embargo el día de ayer, presentó ante los Maestres la Declaratoria de rendición frente al enfrentamiento iniciado a principios de semana en la frontera oriental. El movimiento armado entre nacionalistas y el Ejercito Negro incitó al rompimiento de las relaciones de armonía que durante el último año habían sido el eje de la política internacional. El poblado fronterizo de Deliú y la comarca aledaña fueron abatidos luego de que un centenar de hombres y mujeres, provenientes de diversos puntos del país, arremetieran contra el ejército de Rottemberge al lanzar bombas de fabricación casera por medio de una catapulta de arcaica manufactura.
Para evitar mayores desastres Wittgenstein redacto la Declaratoria de rendición en la que se estipula la entrega de los recursos y bienes naturales a la nación de Rottemberge siempre y cuando se respeten nuestras libertades de ciencia y justicia. Tal declaratoria fue llevada por el mismo señor Jibrail al Palacio Magistral y defendió su tesis con ahínco, esto último mencionado por Sebastián Nix en su comparecencia con las autoridades al referir su versión de los hechos, mientras tanto permanece aún recluido en el Nosocomio Municipal.
Después de eso salieron los tres hombres hacia la conferencia de prensa a las puertas del Palacio Magistral y fue entonces que ocurrió tan lamentable evento. Jibrail Wittgenstein muere a la edad de treinta y ocho años dejando trunca una prometedora carrera en el mundo de la política. No obstante nos ha legado grandes obras como sus inmensas Crónicas y su labor infatigable en distintas publicaciones y proyectos que ennoblecieron a nuestra gente.
Regresando nuestro tema, durante la noche, entre el día veintiséis y veintisiete, la comandancia policial expuso el desarrollo de dos líneas de investigación para este caso de homicidio pero que por el momento serían mantenidas en estricta confidencialidad. Sin embargo, por información de fuentes extraoficiales se sabe que la primera de estas vías maneja la posibilidad de un ataque perpetrado por grupos nacionalistas radicales, se sospecha que uno de ellos, “Patria unida”, que ha demostrado en ocasiones anteriores tener las posibilidades materiales y humanas para llevar acabo acciones que atenten contra personajes que consideran enemigos de la nación sea el autor de este crimen. Wittgenstein era para ellos, de acuerdo a comunicados expresados por esta misma agrupación, un traidor que se ceñía con el lábaro en pro de ceder a la amenaza extranjera y a sus intereses absolutistas. Es decir, la labor en defensa de la protección social por la que abogaba Wittgenstein era, en sus medios, una venta de la patria y con ella de la libertad.
La segunda línea en la investigación sobre el asesinato del señor Jibrail consiste en una incursión clandestina de sicarios contratados por los jefes en el bando de Rottemberge quienes, con la muerte del Wittgenstein, podrían tener libre acceso a un enfrentamiento armado puesto que el embajador, quien hacia valer el derecho a la tolerancia y respeto de ambas naciones, mantenía un escudo protector de proposiciones que impedían la violencia de la guerra en el interior del país. Con la desaparición de Wittgenstein, Félinx Äcton podría declarar las negociaciones terminadas y con ellos realizar su plan de la toma de Faustia y tener entrada segura hacia los mares del norte y sus riquezas que encierran.
Por su parte el Primer Maestre, durante conferencia de prensa sobre este incidente, indicó que: la muerte de Wittgenstein es una pérdida de incalculable monta siendo que él, como hombre de cabal dignidad, haya llevado en sus hombros la carga de dos vidas: la de sus creaciones en el ámbito de las ciencias y artes y por el otro la protección de una nación que por siempre le estará agradecida. Todo acto de violencia, incluida esta guerra que ya alcanza los dos años de evolución, debe ser erradicada. No es posible que el amor hacia nuestra nación, nuestra libertad y nuestra paz tengan un precio contrario al que ellas mismas representan.
Luego de la conferencia el Primer Maestre se retiró de nuevo al Palacio Magistral para culminar con la consulta para la votación sobre la rendición que suponía Wittgenstein como la mejor opción frente al desastre de la guerra. Hasta el momento la decisión entre aceptar o no la Declaratoria queda en suspenso. Se espera que este día se tenga la resolución final para el conflicto.
Ahora bien, el Pontíficex, durante la ceremonia sacra de vísperas en la catedral de esta ciudad, hizo referencia sobre el hecho cometido contra Jibrail Wittgenstein cuando dentro de la homilía dijo:
A este hombre, a quienes los enemigos de la humanidad no perdonaron su trascendencia en el animo de mantener la vida sobre la libertad, puede bien declarársele aquel pasaje escrito en la antigua fe y que señalaba: “Bienaventurados los que mueren a causa de la justicia”.
Nosotros sabemos hermanos que a pesar de que la antigua fe era falsa y sus blasfemas enseñanzas que proferían la existencia de aquel dios creador y un hijo redentor, pero aún así contenían pensamientos capaces de iluminar la mente del desamparado. Hermanos míos, Nuestra Madre, que no tiene porque aceptar nuestra fe ni nuestra oración, mucho menos la predica de su amor, no dejará sin un pensamiento la vida de aquel hombre. Olvidemos la retribución en otra vida, esperanza maldita del débil, sino que concedámonos el ejemplo para que nosotros nos mantengamos firmes frente a lo que consideramos el mal
.
Palabras textuales emitidas durante la celebración del oficio divino en la catedral de la Santa Madre ante un conglomerado de cerca de quinientos asistentes. Una de las mayores reuniones litúrgicas desde la entrada en vigor de las nuevas instrucciones sociales en relación a las agrupaciones civiles y religiosas.
Cercana a la media noche fue transmitido el siguiente mensaje del Señor Dictante Félinx Äcton en los medios telecomunicativos de Blive, capital principal de Rottemberge. Los hechos ocurridos este día no pueden ser tomados como un tropiezo dentro de la historia de la nueva humanidad. Reconocemos nosotros, el pueblo de Rottemberge, el significado que representaba el eminente señor Wittgenstein dentro de la mecánica social de Faustia, capitanía de Quertenk. La violencia como recurso último para la defensa de los ideales no puede sobreponerse a la cooperación y mantenimiento de la paz que tanto abogó Wittgenstein en pro de proteger a su pueblo. La nación de Rottemberge y su gobierno nos unimos a la pena que entraña al estado de Quertenk y declaramos que nuestras acciones jamás han sido con el fin de lastimar más de lo requerido a nuestros contrarios y que sólo la lucha que presentamos tiene como objetivo sostener la solidaridad entre los pueblos del orbe. Por la justicia es por lo único que vale la pena morir.
Es evidente que con este señalamiento el régimen de esta nación no se ha deslindado de su posible implicación en el crimen. Sin embargo en estos momentos el Ejercito Negro se adentra a territorio nacional y se pronostica que la ciudad de Faustia sea atacada hoy o a más tardar el día de mañana si la Declaratoria de rendición no es firmada por el resto de los Maestres.

jueves, mayo 01, 2008

Lecciones sobre la muerte

Forma número uno

Mi abuelo se sentaba cada tarde, cerca de las tres, en su tristemente viejo sofá café. De hecho, era una forma muy concreta de explicar su intención de no ser molestado. Pero según recuerdo, nadie acataba la disposición muda que tal actitud revelaba. Y no es para menos, mi abuelo parecía nunca estar quieto ni siquiera en el momento en que el calor del día le provocaba el deseo de dejarse llevar por su brisa cálida y su sofocante abrazo.
Por ese entonces no era yo más que un niño. Creo que mi edad era entre los ocho o nueve años. Recuerdo que mi madre cada domingo me llevaba a ver a mis abuelos, sus padres. En muchas ocasiones tales visitas eran para mí un tormento, puesto que prefería pasar ese día con mi padre viendo televisión y perdiendo el tiempo. Las fatigas de esa edad eran en verdad insoportables, sólo quería descansar antes de regresar a la escuela el siguiente lunes. Pero no pude jamás desfasarme de la supremacía materna y el desinterés paterno, así fue que sucumbí a la autoridad y me dejé guiar.
Recuerdo que la casa era grande o eso me parecía. Creo que su fachada era blanca con dos ventanas cuadradas enmarcadas en amarillo a cada lado de la puerta de metal azul. No era relevante, era similar a las muchas que en el pueblo se habían construido. Incluso los colores opacos creaban el contraste entre los frentes de las casas en la colonia donde vivía. El piso de cemento y los techos de teja, mientras lo muros sostenían los retratos en fotografía de mis tíos y primos, un árbol genealógico que no iba a ninguna parte. Era un lugar rústico que a primera vista daba la apariencia del tedio y monotonía pero que, al finalizar el día, se transformaba en sufrimiento el momento de regresar a casa, puesto que la posibilidad del juego y el olvido de sí mismo se había propiciado.
Una de aquellas tardes, mientras esperaba que mi abuelo despertara espontáneamente del sueño que lo invadió de pronto, en medio de una frase que relataba sus andanzas en el monte y del cómo ayudó a los ejércitos insurrectos que pretendían devolver la paz a los que como él se veían desgraciados por las políticas que el gobierno había determinado para su propio beneplácito, a pesar de que esta narración la escuchaba cada vez que iba con mi madre a visitarlos no me cansaba de encontrar nuevas palabras y nuevos episodios que contradecían a los que en otras ocasiones había escuchado en ese mismo lugar. Me era divertido, pero nunca me atreví a contradecir a mi abuelo. Temía que su furia fuera tal que a partir de entonces se negara a contarme sus cuentos de falsa historia. Pero decía que una tarde de aquellos años en que el descansaba y yo apunto de retirarme al patio de la casa, mi abuelo despertó sin sobresalto y con voz clara sin el sentimiento extraño del regreso a la vigilia me dijo: y es que los prudentes son los únicos capaces de saber cuando se ha vivido suficiente.
Me quedé con la vista clavada en la boca casi desdentada que había emitido tales palabras. Eran tan personales, eso lo comprendo ahora pero en aquel momento sólo pude sentir mi inmovilidad, creo que en realidad lo dicho era parte de un discurso que él mismo había articulado dentro del campo de los sueños y que únicamente la última parte de su larga disertación había llegado en realidad al otro interlocutor. A pesar de esta precaria comunicación que tuvimos esa tarde sé que esta frase, deshilvanada del contexto propio, tenía un significado simplemente majestuoso. Ahora, de adulto, puedo dar tales adjetivos a mi sensación infantil puesto que después de oír la sentencia de mi abuelo salí corriendo hasta alcanzar los brazos de mi madre y esperar que me reconfortara de la emoción sentida ante lo dicho.
Sin saberlo, quizá ni él y mucho menos yo, esa fue la primera gran lección que recibí en mi vida. Durante el regreso a casa, a bordo del camión foráneo que tardaría una hora en regresar a la ciudad, se mantuvo en mi memoria la resonancia de la premisa que mi abuelo pronunció sin la menor solemnidad.
Ahora entiendo a que se refería al sentenciar de esa manera.
Y es que Arturo dio un profundo suspiro cuando escuchó la noticia que tanto tiempo esperó como inminente. Cerró los ojos, inclinó la cabeza y encorvó su cuerpo. La evidencia no permitió la posibilidad de ser negada. Ya contaba con sesenta y cuatro años, y toda su existencia no era más que el respaldo de la filosofía que guió todos sus pasos hasta aquel momento.
Indefenso, solamente consiguió levantarse y sentir el peso de aquellas ambiciones que se había propuesto alcanzar. Le había llegado el momento de comprender que, a pesar de todo, no podía haber otro final más que éste. La patética conclusión a la cual tanto miedo le tuvo. Era la imagen de la melancolía, aunque afuera de sí mismo se encontrara la tristeza de todos modo le gobernaba la mediocre certidumbre de la poca dignidad a la que podría aspirar. No sintió peso en sus pasos ni dolor cargaba sobre su espalda. Era sólo la menguada figura del derrotado.
Su brazo izquierdo se sostuvo en el marco de la puerta. Los largos dedos blancos remataban la nervuda mano que sobresalía por la ceñida manga de su camisa color azul. Era ésta acción parte del recuerdo de apagar las luces de su habitación. Cada mañana, levantándose al amanecer, encendía la incandescencia abriéndose con ella el mundo de la diáfana sonrisa que le llevaría a salir fuera de su mundo. Por instinto realiza la misma actividad en otro lugar, parece haber olvidado que no está tras sus propios muros.
Cobra consciencia de su error pero no detiene su marcha hacia el exterior. Sabe que no puede huir, sin embargo quizá tenga aún la oportunidad de ver la puesta del sol de aquella tarde, o el vuelo de los petirrojos en la dureza del sol. Quizá sólo pueda concluir el libro verde que tanto placer le ha concedido. Mas su cabeza niega las pueriles posibilidades de redención, las sofoca retirando su mirada ciega hacia el siguiente paso.
Camina por el pasillo de baldosas rojas mientras introduce sus manos en los bolsillos de su pantalón, al mismo tiempo que el chirriante sonido de sus zapatillas lo acompaña. Pasó de largo los cinco arcos que daban al patio de abajo. En aquellos balcones donde se recostaba sin temer caer cuando dormía. Cruzada las manos bajo su nuca y dejaba caer, de lado a lado de la pequeña barda de gruesa anchura, las piernas. Una tirada hacia el vacío y la otra golpeando rítmicamente el suelo. Y es que ya parecía viejo. Las arrugas en su rostro no podían disimularse. Se cortaba al afeitarse, su rostro no soportaba la embestida de las afiladas hojas. Pero aún así, su espíritu le mantenía firme. Ahora éste se ha ido.
Bajó las estrechas escaleras cubiertas de madera sus peldaños, impasible ante los fragmentos del rayo solar que penetraba a través de las pequeñas ventanas cuadradas que conformaban el muro exterior. En el último escalón se sentó. Vio frente a él ese jardín que con esmero había sido de mi esposa y que ahora se marchitaba sin siquiera saber yo cuando comenzó a sufrir.
Me senté a su lado y escuché su respiración. También se había ido.
Me culpé en ese momento el haber pronunciado tales palabras. Fue una condena para quien aún no veía la nefasta verdad.
No sé si se repuso del todo o no, puesto que se levantó y decidió que era momento de marcharse. No di objeción a sus palabras y me dispuse a acompañarlo. Tomé mi abrigo y las llaves del coche y salí con él.
–Duerme, te hará bien. –le dije la tarde en que lo llevé a su casa.
–Descuida, me irá bien. –respondió mirándome de reojo tratando de esbozar una sonrisa.
Esa noche dejé a Arturo en la puerta de su casa, luego de recorrer las calles de la ciudad. Quería tenerlo cerca. Lo vi despedirse de mí desde la puerta entreabierta de su casa.
Cerca de las diez de la noche Arturo decidió que era el momento de irse a dormir. Su rostro aún presentaba el enojo producto de la frustración. Se sabía que estaba bien, que no padecía ninguna enfermedad, incluso conservaba su dentadura completa y el cabello negro, aunque con algunas vetas de blanco. Era él, hombre capaz de todo lo que deseara. No necesitaba ayuda, lo podía todo y sin embargo presenció el primer indició de la decadencia. Su memoria no se perdía por callejones ni sus ojos se cansaban de contemplar el albor del amanecer. Golpeaba con fuerza y sus pies se plantaban con energía al correr. A pesar de todo lo sintió, la voz de un sí mismo despertar le susurró al oído. Fue antes de tirar el vaso y que éste se rompiera, antes de escuchar mi risa y mi sarcástico diálogo en esta historia; allí estuvo la certeza de que llegó el momento de envejecer.
Bajo las sábanas decidió dejar caminar el tiempo. En el cesto de la basura, en medio de papeles y desechos, el frasquito ámbar consumido su contenido descansaba como flotando sin tocar lo último que fue tocado. Cerró los ojos mientras imaginaba en la oscuridad los objetos que alrededor suyo constituían su habitación. De la imaginación al delirio y de allí a la alucinación. Poco después cayó en el sueño. Sin angustia, sin dolor, sin placer, sin recuerdo del día que pasó. Nuevamente se encontraba satisfecho consigo mismo, era su plan después de todo. Cerca de las tres de la mañana, según los médicos, el dejó de vivir. Nadie habría podido darse cuenta.
El funeral fue desastroso y patético. Voces iban y venían. Insensateces en el puro suplicio de las lágrimas blasfemas. Pero fue entonces cuando comprendí las palabras de mi abuelo. Resonaron con la pureza de su momento, con el olor del que sabe que nunca será capaz de poder realizar aquello mismo que predica. Y tuvo razón, sólo los prudentes saben cuando es hora de morir y saben hacerlo.